domingo, 17 de mayo de 2015

CONQUISTA Y ANEXIÓN DEL REINO DE NAVARRA...

...Y de cómo el último rey de la Corona de Aragón (Fernando II el Católico) entregó dicho reino, al reino de Castilla.


Si existe un personaje político controvertido, tan denostado por unos, como exaltado por otros, pero de verdadera relevancia en el devenir de Europa, a finales del siglo XV y comienzos de XVI, es sin duda el rey aragonés Fernando II de Aragón, más conocido por El Católico. 




Con sus luces y sus sombras, verdadero paradigma personificado del adjetivo “maquiavélico”, Fernando el Católico fue el más hábil jugador del ajedrez político tanto social, jurídica y políticamente de la Europa, que antaño fuera conocida como “La Cristiandad” a comienzos del siglo XVI, y quien se plantó sobre el tablero ajedrezado que le tocó vivir y que siempre ha representado la política, dando paso con sus decisiones, a situaciones y resoluciones políticas que básicamente aún, perviven hasta nuestros días.

Mucho se ha escrito a favor o en contra de él. Pero para analizar alguna de las decisiones de tan relevante personaje histórico, sobre por qué Fernando pasó el reino de Navarra al reino de Castilla y no al de Aragón, he de apoyarme como preámbulo en el excelente estudio que realizó la Universidad de Navarra, donde su Departamento de Historia, en su trabajo: “NAVARRA 1512 CONQUISTA Y ANEXIÓN” en su apartado de BIBLIOGRAFÍA, al final de dicho apartado, expone lo que a continuación comparto: 

“Conceptos tales como soberanía, nación, independencia, fueros, constitución, traición o patriotismo, son manejados sin rubor de manera descontextualizada e inapropiada, a pesar de los numerosos trabajos que, desde la teoría política, la historia del Derecho, y la historización de los conceptos realizada por la Historia disciplinar, precisan, en su justo término, su contenido. No faltan aquí los intentos de revivir las polémicas políticas llevadas a la exasperación a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX, en donde la tergiversación, consciente o inconsciente, tenía el objetivo de utilizar la Historia, una vez más, como justificación de sueños y deseos contemporáneos, como instrumento de luchas ideológicas, que hacen que la Historia se sume, en no pocas ocasiones, en la irrealidad.

La Historia es, desde luego, interpretación; es planteamiento continuado de nuevos interrogantes, es debate. Más la interpretación científica debe su valía a una libertad acompañada de precisión terminológica, de unas determinadas técnicas de análisis, de la contextualización y del sano intento de comprender el porqué unos determinados hechos ocurrieron de una determinada manera, cómo los vivieron y analizaron sus contemporáneos, y las consecuencias que los mismos tuvieron para la vida de los hombres y mujeres -de los navarros- de la Modernidad y hasta nuestros días“.

Fernando el Católico, desde niño, supo lo peligroso que era para alguien que pretendía reinar sobre un territorio determinado, el no tener controlados a los diferentes poderes que en toda sociedad humana se alzan para dirigir el día a día y destino de sus conciudadanos. Y eso comprendía primero controlar a los de “su propia casa”, para después, impedir que las ambiciones de sus vecinos, chocaran de frente con sus intereses y ambiciones personales.

Fernando supo manejar como nadie el poder y la intimidación de las armas, junto a sus intrigas, instigaciones y negociaciones secretas y palaciegas, aunando a todo ello, el conocimiento y estudio de la realidad y sentir religioso de cada territorio y facción, para atraerse los favores o consentimientos de los gobernantes o líderes religiosos de las diferentes potencias en conflicto. 
En todas las épocas y etapas de su reinado, encontramos a Fernando el Católico, moviendo sagazmente los hilos o piezas del ajedrezado tablero político que le tocó vivir. Desde su propia casa, el reino de Aragón, y asesorado por su no menos hábil padre Juan II, en los conflictos surgidos con los condados catalanes, así como de sus territorios, hoy en territorio francés, como en sus dominios al sur de Italia; Pasando por la guerra de “desgaste” que durante diez años y junto a su esposa Isabel, mantuvo contra el último bastión musulmán en la Península Ibérica, encontramos a un rey que intimida con la fuerza, pero que doblega con intrigas y apoyos a las facciones dividas entre sí, y que más le interesan para el logro de sus fines y ambiciones.

Así llegamos a una realidad que Fernando supo ver antes que nadie. El fin de la Europa medieval. Los pequeños reinos siempre sucumbirían ante la ambición y la codicia de reinos más poderosos. Con la unión de los reinos de Castilla y Aragón, y tras el éxito de la toma del reino de Granada, los reyes Católicos representaban una seria amenaza ante el también cada vez más poderoso reino de Francia. Y como vulgarmente se dice “el movimiento, se demuestra andando”, así también, el poder de los reinos emergentes de la época, se demostraba ampliando o anexionándose territorios más pequeños y contiguos a los suyos.

Así pues, Navarra, tras la toma de Granada, quedó en medio de dos potencias emergentes, y siendo su situación social varios años antes, un auténtico caos ante la guerra civil con dos facciones dividas e irreconciliables entre sí como eran los beaumonteses y los agramonteses, quienes luchaban por el control del poder; Y quienes socialmente habían llevado a situaciones tan caóticas, como las que señala Pedro de Agramont y Zaldívar (c. 1566-1635) en su Historia de Navarra:

“Y lo peor de todo que con el uso destas guerras se hacían tan crueles e inhumanos que en sus mismos lugares y casa se abrasaban vivos y se bebían la sangre padres a hijos, unos hermanos y hermanas a otros, quitándose las vidas, haciéndose asaltos y emboscadas en los caminos, como si fueran los más feroces enemigos contrarios, diferentes en naciones y seres que hubiera en el mundo. Teníalos la pasión ciegos de razón y entendimiento, sin ponerle en otro que volverse contra sus mayores, cerrábanles las puertas; el marichal quitaba la vida al obispo; el condestable al marichal; sus deudos a los contrarios de los otros, volvían contra estos la venganza, tan suelta la rienda a la crueldad y tan encogida a la misericordia cristiana y leyes de nobleza, que no tenían por fea la traición ni por bajeza faltar a la palabra […] para asegurar con ella la traición, sin que del peligro de la vida y asalto de las haciendas quedase reservado ni seguro, género ni estado alguno“.

Fernando el Católico, al igual que en otros territorios que consideraba suyos, jugó sus bazas en Navarra asegurándose los apoyos por un lado de una de las facciones navarras en conflicto y por otro lado, ante el emergente poder que estaba demostrando el rey de Francia queriendo anexionarse territorios pontificios en Italia, y viendo este peligrar los de Aragón también, se unió al Papa Julio II quien impulsó una alianza denominada “Liga Santa” entre los que estaban para defenderse del expansionismo francés los estados Pontificios, los reinos de Aragón y Castilla, el Sacro Imperio germánico, la república de Génova, y la Inglaterra de Eduardo VIII. Publicando posteriormente el papa la bula Pastor Ille Caelestis, por la que excomulgaba al rey francés, así como a todos aquellos reinos que le apoyaran. 
Esta bula papal sirvió a Fernando como justificación para la conquista y anexión del reino de Navarra. 

Así cita la Universidad de Navarra la situación política en Navarra, antes de dicha conquista: 

“Durante varios años Juan y Catalina de Navarra lograron sortear la presión de ambas potencias mediante lo que José María Lacarra llamó “política de balancín”. Sin embargo, a la altura de 1511-1512 la posición de los monarcas navarros era ciertamente difícil. Luis XII supo jugar sus cartas: la muerte de Gastón de Foix en la batalla de Rávena suponía que los bienes de la casa de Foix eran heredados por Germana de Foix, esposa de Fernando el Católico, lo que el francés no estaba dispuesto a permitir. Esta circunstancia sirvió para que el monarca francés se atrajera definitivamente a Juan y Catalina: el 18 de julio de 1512 ambas partes firmaban el tratado de Blois: Luis XII se comprometía a devolver a los navarros las posesiones de la casa de Foix y les reconocía su soberanía en el Bearn; a cambio los navarros se comprometían a no dejar pasar por sus tierras a aquellos ejércitos que pretendieran atacar al rey de Francia, lo que venía a romper la neutralidad a la que hasta entonces habían aspirado. Fernando el Católico no desaprovechó su oportunidad“.

Ante las emergentes potencias europeas, la suerte del reino medieval de Navarra estaba echada. Más tarde o más temprano, su reino sería anexionado por Francia, o sería anexionado por el emergente reino surgido de los reinos de Castilla y Aragón controlados ambos por el maquiavélico Fernando.

Tres años tardó el rey católico en determinar tras la conquista por parte de las tropas castellanas, a qué reino se adjudicaría la soberanía del reino de Navarra. No fue hasta el 11 de junio 1515 en las Cortes de Burgos, quien por mano del segundo Duque de Alba, en representación de Fernando el Católico, por el que el reino de Navarra quedara incorporado al de Castilla definitivamente; Respetando eso sí, los fueros y libertades de los ciudadanos navarros, como así el propio rey Fernando juró en 1513, haciendo que pasara el Reino de Navarra, de una dinastía a otra. 

El por qué de tal decisión, y ante los hechos y las circunstancias que subyacen de los acontecimientos acaecidos y motivados por las presiones de los diferentes poderes de la época, podemos decir que Fernando entregó a las Cortes de Castilla la supervisión del reino de Navarra, no solo por la presión de la poderosa nobleza y ejército castellano, sino por la propia visión del monarca, de los cambios que había experimentado Europa, donde por él mismo comprobaba, que el futuro mando y estabilidad de sus territorios, así como el de los extranjeros, estaría en manos de quien cada vez consiguiera hacerse más fuerte y poderoso. 
Como así estaba ocurriendo con la unión de los reinos de Castilla y Aragón, como con su incómodo y peligroso vecino francés. Incomodidades y peligros que se verían plasmadas posteriormente en continuas intrigas, hostilidades y guerras que llegaron incluso a poner en peligro la cristiandad de Europa, ya que ante el empuje posterior de otro gran poder musulmán emergente, el Imperio Otomano, recibieron éstos, el apoyo del reino de Francia, dando cobertura en sus puertos a naves otomanas, ante la inminente invasión que los turcos tenían planeada sobre toda Europa. 

No es cuestión de pretender exaltar las luchas y enfrentamientos bélicos históricos de nuestros antepasados, pero lo que nunca podemos obviar, es que a través de estas luchas y batallas habidas en nuestra historia, las tales han forjado y marcan el devenir posterior de esta nuestra sociedad. 
Analizar las causas sin intentar justificar las mismas es nuestra tarea, ya que dar legitimidad a las mismas, son maniobras propias de las partes en conflicto que provocaron dichos enfrentamientos. ( Véase la no muy lejana pretendida legitimidad de invasión de Irak por parte de unas potencias interesadas en el control de los yacimientos energéticos en dicho país, afirmando la posesión por parte de Irak, de un peligroso armamento químico). 

Así, en su intento de legitimidad de la conquista y anexión de Navarra, mientras los franceses no reconocen la bula papal ni apoyan legitimidad alguna por parte del católico en su conquista, las partes vencedoras legitiman tal acción por el poder que entonces representaba a ojos de reyes y del pueblo llano, incluidos los mismos navarros, al Vicario de Cristo en la Tierra, y así la Universidad de Navarra califica de “diatriba” a las razones divinas que Juan López de Palacios Rubios (1450-1524), catedrático de la Universidad de Salamanca y de la de Valladolid oidor en la Chancillería de Valladolid, quien otorga a Dios la autoría y último artífice de la conquista de Navarra, aduciendo en su libro “De iusticia et iure obtetionis ac retetionis regni Navarre liber” lo siguiente:

“Por estas razones conocidas y por otras solo a él reservadas ha decretado Dios quitar su reino a los reyes de Navarra y otorgarlo a Vuestra Majestad. Porque es Dios quien en castigo de las iniquidades transfiere los reinos de gente a gente […] y así trasladó el imperio de los asirios a los babilonios, de los babilonios a los medas y a los persas, de estos a los griegos y de los griegos a los romanos”.
Llegando a concluir: que en Fernando el Católico se fundían, tras ochenta y tres generaciones, los orígenes góticos de la monarquía española en la que debía integrarse el reino de Navarra, puesto que sus reyes, desde Iñigo Arista, no procedían de estirpe real goda. 

Siendo por parte francesa justamente por el origen francés de Íñigo Arista el justificante para aseverar que el reino de Navarra, pertenecía y debía estar integrado dentro del reino de Francia.

Cada cual arrima el ascua a su sardina, o cuenta la historia según le va. Pero la realidad y el hecho constatable, es que desde entonces Navarra pertenece al entonces naciente reino de España, mientras que Francia se quedó o incorporó al Reino de Francia, lo que más allá de los Pirineos, perteneció al Reino de Navarra. Y tal repartimiento, no se habría producido, sin el enfrentamiento bélico y posterior defensa ante la ofensiva de reconquista por parte de la alianza franco-navarra, muerto ya Fernando, quienes en 1516 en un primer intento y posteriormente en 1521 llegaron a recuperar el territorio navarro, llegando hasta las mismas puertas de Logroño, ante el debilitamiento producido en Castilla por la juventud del nuevo rey Carlos I, y posterior levantamiento comunero, y que mantuvo al nieto de Fernando en jaque y peligro evidente de “mate” y pérdida o desmembración, de todo por lo que el rey de Aragón se esforzó en aglutinar en vida bajo su mando.

He tratado de encontrar acontecimientos, batallas o hechos cronológicos relevantes que hubieran ocurrido desde 1512 hasta la ratificación por parte de Fernando en 1515 de incorporar el Reino de Navarra en el de Castilla en vez de en el de Aragón, y no solo en la cronología de Fernando el Católico, sino en contemporáneos como el Cardenal Cisneros, que pudieran dar datos de por qué pudiera haberse retrasado tal decisión, decantándose finalmente Fernando por la de otorgarlo al Reino de Castilla; Pero solo he encontrado que el Cardenal Cisneros estaba inmerso en la edición en Alcalá de Henares de su Biblia Políglota, y que Fernando parece adormecido o “enrocado”, como sabiendo que su fin está cercano redactando su testamento. Donde solo se menciona que el virrey de Navarra jura los fueros de Navarra en 1513 en nombre del Rey Fernando y que este los ratificó en Valladolid en junio de ese mismo año, firmando junto a Luis XII de Francia en Abril de ese mismo año la Tregua de Utrubia y por el que el francés se comprometía a no apoyar a Juan de Albret en sus aspiraciones de recuperar el Reino de Navarra. Recuperando militarmente Maya en poder de los beaumonteses, en ese mismo año, como única acción bélica reseñable. 

Durante 1514 no he encontrado nada absolutamente, tal vez estuviera Fernando deprimido, enfermo o frustrado al comprobar que su potencia sexual, de la que tanto parecía alardear, mostraba claros signos de impotencia, al no poder dar otro hijo a su joven esposa Germana de Foix, con la que sin duda se habrían abierto nuevas intrigas y conflictos dinásticos. 
El testamento de Fernando es revelador, ya que otorga a su hija Juana (La Loca), como heredera y a su nieto, el Príncipe Carlos (I) sucesores legítimos de todos sus títulos y reinos, incluidos el del Reino de Navarra. (Archivo de Simancas, Patronato Real, 29-52, fol. 13v.). 

En la conquista de Navarra, toda la notoriedad es acaparada por las tropas castellanas al mando del segundo Duque de Alba, pero es de reseñar aquí, que tropas aragonesas también intervinieron en la conquista del Reino de Navarra, ya que se apoderaron de Estella, mientras que otras tropas aragonesas derrotaron a los franceses que apoyaban a los navarros en Val de Broto, venciéndoles también en Guipúzcoa.

No es hasta marzo de 1515 cuando al parecer, se daría la más seria amenaza de puesta en peligro de pérdida del Reino de Navarra. El nuevo Rey Francisco I (ya que en enero de eso mismo año moría Luis XII ) firmaba el Tratado de París, por el que se comprometía a “Ayudar y socorrer con todo su poder” a los depuestos reyes navarros formando una alianza para apoyarles en sus pretensiones de recuperar del aragonés, su perdido Reino de Navarra.

Tal vez fuera esta la causa por la que al año siguiente otorgara a Castilla la incorporación del reino de Navarra, ya que el poder militar de los castellanos, y del que era muy buen conocedor Fernando, sería crucial para defender cualquier tipo de agresión o alzamiento, que pudieran realizar los partidarios navarros de su anterior dinastía, junto a la notable fuerza militar del nuevo rey francés. Como así resultó ser.

La conquista de Navarra y posterior anexión al Reino de Castilla, no se culminó, hasta pasada una década, muerto ya Fernando el Católico en 1516, y habiendo dejado como herederos de todos sus reinos a su hija Juana y a su nieto el Príncipe Carlos. 
Ante la aversión a cualquier asunto de gobierno y demencia manifiesta que en Juana se apreciaba desde su encierro en Tordesillas, tuvo el Rey Católico la previsión de otorgar la regencia de todos sus reinos al Cardenal Cisneros, quien era a su vez Arzobispo de Toledo e Inquisidor Mayor de todos los reinos, condados y señoríos. Quien mandaría arrasar gran parte de los castillos y fortalezas de Navarra, tras la muerte del rey Fernando, pues Juan de Albret, unido a beaumonteses y agramonteses, como así el propio rey Fernando sospechaba, conspiraron estos junto a los franceses contra la dominación castellana, siendo derrotados en el Valle del Roncal, nuevamente por las tropas castellanas.

Nunca nadie en toda la historia de España, ha acaparado mayor poder que el Cardenal Cisneros, de ahí que en su segunda regencia, sus contemporáneos le apodaran con el nombre del “Rey Ximénez”. Regencia que el Cardenal mantuvo hasta su muerte, cuando iba a recibir al futuro Carlos I, para hacerse cargo de sus reinos en la Península.

En Francia, su rey Francisco, como ya había demostrado antes de la muerte del rey Fernando, no estaba dispuesto a admitir que el Reino de Navarra, pasara definitivamente a los descendientes del aragonés, por lo que promovió acuerdos con los reyes navarros, así como con las dos facciones enfrentadas antaño y que en territorio francés, aún aspiraban a recuperar el Reino de Navarra, uniéndose militarmente a ellos para recuperar o volver a poner en el trono de Navarra, a la depuesta monarquía, la cual incluso, ya había abrazado el protestantismo naciente en Europa, frente al acérrimo catolicismo de Carlos.

Con el alzamiento comunero en Castilla, los navarros, apoyados abiertamente por los franceses, no solo recuperaron sus antiguos territorios y la ciudad de Pamplona, sino que llegaron hasta la ciudad de Logroño a la que pusieron sitio, y quienes sus ciudadanos valerosamente resistieron e hicieron huir, como así conmemoran cada 11 de junio, día de San Bernabé, desde 1523. 
Los tercios de Carlos I, tras sofocar la revuelta y alzamiento comunero en Castilla, tomaron rumbo a Pamplona, donde volvieron a derrotar a los navarros partidarios de la depuesta dinastía, echando también a los franceses del territorio navarro, hasta más allá de los Pirineos.

Pero Francisco I de Francia, viendo la peligrosidad que representaba el estar su reino rodeado por los reinos del Emperador Carlos I (ya que a sus títulos, también habría que añadírsele el de ser heredado el del Sacro Imperio Germánico), procuró por todos los medios buscar alianzas con los enemigos de Carlos y promovió la recuperación de algunos territorios en Italia. Acciones que llevarían hasta 1525 donde se fraguó la mayor humillación de la historia de Francia, puesto que el mismo rey Francisco, participó en la llamada Batalla de Pavía, donde al querer salir corriendo las tropas francesas tras verse acorralados por dos frentes de tercios españoles y alemanes, el rey francés en su huida, cayó del caballo, y al incorporarse se encontró de frente con el estoque del soldado Juan de Urbieta, quien sin saberlo, estaba haciendo preso, al mismísimo rey de Francia. 

Un año pasó preso el rey de Francia en Madrid, siendo la Torre de los Lujanes (Plz. De la Villa en Madrid, y que hoy en día aún sigue en pie frente al Ayuntamiento), la primera cárcel de su encierro.
La afrenta de tal humillación francesa quiso Napoleón borrarla, al apresar este a los reyes españoles en territorio francés casi tres siglos después, y llevarse las armas a Francia del rey Francisco I, y que desde aquella batalla estaban en poder de los españoles. Así también como la ruin profanación de la tumba del soldado vasco en Hernani, a manos de los soldados napoleónicos, a modo de revancha y vil venganza por tal humillación.

Pero todo esto corresponde ya a otra historia, ya que lo cierto, y lo que nos interesa ahora, es que desde aquellos acontecimientos, Navarra pasó a estar definitivamente integrada al Reino de Castilla y León, siendo estos y todos los demás reinos, integrados posteriormente en el Reino de España, como herencia dada a sus descendientes por Fernando el Católico; El último rey del Reino y de la Corona de Aragón.



FUENTE: Red.
AUTOR: Desconocido.

2 comentarios:

  1. Interesante post.
    Tan pronto como me sea posible lo leeré atentamente.
    Gracias!

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  2. No te preocupes, tómate el tiempo que necesites!.
    ¡Gracias!.

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2 comentarios:

  1. Interesante post.
    Tan pronto como me sea posible lo leeré atentamente.
    Gracias!

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